Los
isquiotibiales son uno de los grupos musculares que más sufre a lo largo del día por el peso al que le sometemos y son necesarios para flexionar las piernas y dar movilidad a las caderas.
Es posible que muchas veces después de realizar ejercicio se produzca un acortamiento isquiotibial que traerá consigo rigidez muscular, dolor e incluso
calambres. No obstante también podemos sufrir esta patología sin necesidad de realizar deporte ya que los isquiotibiales están implicados en la mayoría de movimientos diarios, por ejemplo caminar.
El acortamiento de isquiotibiales se produce cuando se acumula tensión y las fibras musculares se concentran creando rigidez en el músculo. Una vez detectemos los primeros síntomas es necesario acudir a un especialista ya que un acortamiento de isquiotibiales prolongado puede ocasionar errores posturales, aplanamiento lumbar, disminución de la extensión y flexión de la cadera y la rodilla, así como lesiones en otras articulaciones.
¿Cómo puedo saber si tengo los isquiotibiales cortos?Cuando sufrimos un acortamiento isquiotibial tendremos los músculos rígidos, dolor, pinchazos e incluso calambres. No obstante, si queremos saber si sufrimos este síndrome antes de notar los primeros síntomas, podemos realizar varios tests para valorar el estado de la musculatura isquiotibial.
Test 1: Sentados en el suelo con la espalda recta nos inclinamos hasta tocar con las manos las puntas de los pies. Si nuestros isquiotibiales están correctos deberemos llegar con facilidad o faltarnos no más de cinco centímetros.
Test 2: En posición de pie doblamos la espalda para tocar con las manos la punta de los pies. Si nos faltan 5 centímetros para llegar sufrimos el síndrome pero de forma moderada y entre 6 y 15 es un acortamiento importante que deberemos tratar cuanto antes.
Test 3: Tumbados estirados en el suelo elevamos la pierna sin flexionar las rodillas. Lo ideal es conseguir elevarla hasta 75 grados. Si no superamos los 60 grados es necesario acudir al especialista.